martes, 2 de septiembre de 2014

Volta-Rolando Enrique Rosales Murga

Volta: La noche da vueltas infinitas en mi cabeza; Velozmente me habita un temblor que estremece con estertorosa eclosión de misterio. Descuajo cielos y pedazos de arrebol de lo sublime y lo perverso. En este momento mi mano mando hacia el suelo degollador y con índice energico espeto palabras cuyo estertor es tan rumoroso que es mejor acallarlo. Soy el poeta vozarrón. Mi mueca parece de neurosis sin adulterar. Camino deshollando la panacea. Escupo en la cara del destino el karma mesiánico y mediatico. Una voz más alla de la vida me llama desde Aldebarán con imponente y estruendoso dictar. Mi cabeza magnética es victima de una lluvia de colores variopintos y huelo la fragancia del cosmos. La sal se pega a mi que a la sazon me encuentro tan avejentado. Conato de lujuria con la imaginación me compagina en un palimpsesto que ni siquiera es de materia. Una voz muerta me habla con espiritu vozarrón. Revente la bolsa en la que nadaba y todo el líquido amniótico invadio el panorama de crear. Desde el instinto evoco edificios vetustos que ni siquiera se han inventado y en un remolino brota a la superficie una ciudad sepultada por la desidia. Soy el cantor de los mundos perdidos que se han traspasado las eras vedadas y vuelven volando en alondra de recordación pictórica y dictiva. Mis ojos tambalean al no tener la certeza de hacia donde mirar, ya que por doquier todo me parece portentoso. Soy inmune al azar ya que desde muy mozo me he aventado a su torrente turbio a dormir sirenas y huir de sierpes con un diamante color de cuerpo estigmatizado. Se me excoria la conciencia al caer en este extravio. Ya no se donde navego, ya no se ni donde voy. El espacio es un elemental cuadro de un Geometra rococó. La sublim infinitud es una retrospectiva que retuerce la totalidad hasta despiojarle gotas de existencia, moliendo el ser en el proceso de cuantiosos elementos agrupados pareciera que a tontas y locas, mas con etereidad. La lentitud se vuelve necesaria para comprender el panorama a escala de este universo que contemplo al ver hacia la contraparte de los vidrios oculares. Ahora puedo decir que tengo conciencia oculocutanea. Que soy vaticinio de ironía y divertido juego por el cosmos infinito. De estrella en estrella encontrando mensajes, tan viejos como avanzados mezclados con la creación en si misma, y codificados a nosotros en nuestra propia clave. Es asi como siempre hallamos la llave del descubrir, nos representamos como un solo matiz a partir de contrastes violentos, caprichosos y hasta epilepticos. La presión de mis núcleos se potencia hasta indecibles gradaciones y sufro de Citomegalopoiesis repentina. No siento temor de este viaje empecinado en lo pequeño desde la inmensidad. Quisiera tener un ojo que abarque la galaxia entera para poder conocer las vecindades celestes. La belleza esta al alcance y siento ya que no me alcanza el tiempo para poder encontrarme en esta dimension. Más alla de la forma, a traves de los agujeros de gusano, lejos de la tercera dimension. Quien sabe cuantos quantos necesite para verte, proyectada en el furor de mi desvario en que brillo al proyectar un acorde demencial de sublime divagación que rebosa el alma y convierte la mente en caudal de paz interna; una verdadera autoterapia alucinatoria, la descarga electrica que el lapicero sufre al frotarse con la hoja, produciendo estatica de majestad y pureza y donostia. La palabra es lo único por lo que vale la pena luchar. No por ofrendas de pleitesía podrida o gloria efímera o resquemor y rictus de payasada o rito resonancia o mi propio magnetar suprimiendo el barullo que se apelotona en mi cabeza. La potencia esta presente en el hálito invisible de lo que líricamente pasa a formar parte de la realidad. ¿Cómo es posible que en mis manos se encuentre el portal para abrir palabras traidas desde más allá de lo material para corporizarlas y darlas en un códice berberisco? Credos se me emancipan en el camino al quedarse sin más argumentación teórica. Mi patria en este momento es una móvil y flotante en lo que constituye sentir. Esta hiperestesia se aprecia en monumentales locuras que se narran desde las márgenes del sueño.

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